Sencilla, casi tímida, la Dra. Verónica Cereceda accede a una entrevista, poco después de la conferencia de prensa en que se dio la noticia: Ella es el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas “Fundación PIEB” 2008, en la categoría “Premio a la Trayectoria Intelectual”.
El pasado 23 de septiembre, miembros del Jurado Calificador del Premio daban a conocer esta decisión.
“Me siento muy emocionada, sobre todo por la calidad del premio, por quién lo otorga y porque es un premio a la trayectoria intelectual y de carácter nacional. Para mí es algo muy personal”, dice con la serenidad que la caracteriza.
La Dra. Cereceda, etnóloga y antropóloga radicada en Chuquisaca es dueña de una importante trayectoria andinista que ha crecido y se ha retroalimentado a sí misma con la producción de conocimiento científico, la difusión de este trabajo, y una acción de un impacto social muy importante en los pueblos originarios chuquisaqueños.
Es en ellos –y con ellos– que como investigadora ha logrado impulsar una nueva vitalidad a una expresión tan silenciosa y viva a la vez, como son los tejidos.
“Cuando yo obtuve el premio Gunnar Mendoza fue por la trayectoria al desarrollo cultural y sentí que ese premio era directamente para las tejedoras por lo que lo repartí entre ellas; entre las más antiguas porque son muchas. Pero ahora siento que es más bien un premio al diálogo, a la investigación científica, a la investigación etnológica; un trabajo donde no puede hacer nada la persona que investiga si no tiene un diálogo con las personas, con el grupo sobre el que está trabajando. Entonces yo creo que este también es un premio a su cultura, a los modos de pensar, a todo lo que me han enseñado”.
Su contribución intelectual ha ido madurando así por casi cuatro décadas, concentrada en el campo de la antropología, el etnodesarrollo, la museología, la iconografía, la semiología. También incursionó en el teatro popular, la educación popular y la dirección editorial.
Y siempre fue con la mirada puesta en la trama y la urdimbre como voz de las culturas. “Hasta ahora los trabajos de penetración en los modos de pensamiento originarios son muy pocos. No sabemos mucho acerca de qué pensamiento y qué contenido de sociedad hay en estas expresiones. Y eso es lo que más a mí me interesa”.
Para Cereceda, los textiles tienen la virtud de “hablar” del pensamiento de los pueblos. “Los pueblos originarios ahora tienen muy pocos mecanismos de expresión. Yo no sé si hay algún periódico –pero no creo que lo haya– o libros escritos por ellos de los que nosotros podamos beber de esa otra cultura de manera más profunda. Y los textiles tienen esa gran ventaja, que en algunas regiones son verdaderos textos de la cultura”.
Impacto más allá de la investigación
La antropóloga fue nominada al Premio “Fundación PIEB” por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF), con adhesiones de universidades, museos, institutos de Bolivia y Estados Unidos, Chile, Francia, Argentina; además de importantes profesionales de Bolivia y el extranjero.
Su mérito es indiscutible, por la amalgama que ha logrado combinando una labor investigativa con el trabajo social en las comunidades rurales de Chuquisaca, de manera muy destacada con las culturas de Jalq'a y Tarabuco. Hoy por hoy, estos pueblos trabajan con vellón de alpaca y oveja en la recuperación de técnicas prehispánicas para bordar tapices y mantas finas.
“No son los únicos estilos que me han interesado. Yo he trabajado en otros estilos textiles, por ejemplo chipaya. También he trabajado en las fronteras entre Bolivia y Chile, con los aymaras de aquella región. Es decir, los Jalq’a no son los únicos que me han confirmado que hay ahí lecturas que se pueden hacer bastante profundas sobre la cultura”.
Esta vivencia ha estado muy ligada a la co-fundación y actualmente dirección de la Fundación Antropólogos del Sur (ASUR), que se ha ocupado de estudiar y sacar a la luz aspectos callados de la cultura. “Cuando llegamos a estas tierras de Chuquisaca, el textil jalq’a estaba totalmente decaído, había perdido su belleza de los años 50, de los años 60. El textil del lado de Tarabuco tampoco era un textil de primer orden; era muy lindo, pero no había alcanzado los niveles de arte que hoy alcanza”.
Entonces, la Fundación ASUR fue sentando las condiciones para provocar un renacimiento del arte indígena. “Y no necesariamente en el campo de los textiles, sino buscando cómo permitir que la cultura vuelva a vivir, vuelva a expresarse. Tener realmente un diálogo vivo con ella”.
El propósito de Verónica Cereceda es seguir explorando en este terreno. Por ejemplo, ha empezando a estudiar los textiles del norte de Potosí, de la zona de Tinkipaya porque considera que dentro de los estilos regionales del centro sur de Bolivia este es un estilo que hace diálogo con los Jalq’a. “Creo que puede ser una manera de comprender mejor el pensamiento de estos pueblos, comparando los dos trabajos, los modos de mirar el mundo expresados en los diseños”.
Para la investigadora, Bolivia es un país donde “todo está por investigar” y en ese sentido valora la labor de instituciones como la Fundación PIEB, que promueven el surgimiento de nuevas generaciones de investigadores.
“En general han sido los extranjeros los que, sobre todo en el aspecto de la cultura, la antropología, nos han dado las grandes líneas de investigación. Hay trabajos clásicos sobre esto. Pero hay tanto más que saber, entonces creo que es una cosa extraordinaria que haya tanta gente que ahora investigando y creando un dialogo intercultural”.
Su experiencia como investigadora ha demostrado que es precisamente el diálogo el que puede dar frutos más allá del ámbito del conocimiento. “Yo he trabajado con mujeres y son tan sencillas de apariencia, a veces tan humildes y tan extraordinarias como creadoras, entonces todo el tiempo me tienen a mí conmovida en ese aspecto, y estremecida por descubrir esas fuentes de la humanidad en pueblos muy disminuidos desde un punto de vista económico y de su inserción en una sociedad mayor. Entonces lo único que puedo dar es gracias por la oportunidad que he tenido de estar junto a muchas personas en el campo. Por la oportunidad que he tenido de conversar. Por la oportunidad que me han dado de pensar… Ellos son mi vida y ellos me han formado. Yo no soy nada sin ellos”.